Desde mi ventana a la tuya
te lancé un beso
y me lo devolviste sucio
y con algún roto de más.
Yo me lo llevé puesto a bailar por los rincones de Santiago
y me asusté
porque un beso tuyo podía teñir el añil de mi cielo
y le dije al señor que habita entre las teclas del piano que
no tengo
que toque toda la noche un tango
para no olvidarte nunca más